El uno para el otro.

No tengo ni puñetera idea de como empezar su historia, y no es porque no la conozca, pues sé hasta el más mínimo y cuidadoso detalle de sus vidas, solo que, ni ellos sabrían como describir el amor que sentían. 

Se conocían desde sueños, y muy adentro ya se habían buscado antes. Por eso, la primera vez que se cruzaron fue una casualidad un tanto extraña, un hecho que transformaría todos los planes perfectamente escritos de cada uno.

Los dos eran de ojos verdes, mentirosos, capaces de ocultar las tristezas más devoradoras de personas. Pero aun así, estaban creados de sonrisas verdaderas, dulces como los besos del primer amor. No eran soñadores, eran realistas, y no sentirse diferentes, pero serlo, les hacia únicos.

Eran unos niños, cuando solo una mirada les hizo falta para recordarse durante una vida, durante un momento, que llegó, en aquel lugar.
Llovía, pero la pasión de ellos hacia la lluvia les hizo encontrarse en aquella esquina, intentando atrapar sueños en cada gota, repletos de agua hasta en las pestañas. En ese instante, en aquella esquina, decidieron entrar cada uno en la vida del otro.

Todos los días, quedaban, hablaban, podrían ser, o no, tonterías, pero..¿que más daba? ¿Acaso algo es coherente cuando hablamos de amor?.

Pasaba el tiempo, y las eternidades se encontraban en  milésimas de segundo cuando no estaban cerca.
Eran totalmente diferentes, pero algo les unía desde que nacieron.
Cada rincón, cada lugar, cada sitio, era perfecto, para besarla, para besarlo. Cada uno vivía en los brazos del otro, y las noches más frías eran excusas para batir récords en abrazos, para darse el calor que guardaban, esa llama que les apretaba en el pecho, y que no podían controlar cuando sus labios se rozaban, pues, estaban destinados a producir las mejores sensaciones del mundo, eran el amor personificado. Eran adultos jugando a quererse, eran niños jugando a ser adultos.
Tenían miles de discusiones, pero millones de reconciliaciones bajo las sabanas. 
Ellos nunca prometían, nunca se decían lo que se querían, solo desgastaban sus labios, solo lo daban el uno por el otro, y si uno caí..no, ninguno caía, siempre se sostenían el uno al otro, sin preguntar, actuando.
Si ella quería una estrella, él le daba las mejores noches, si él quería sol, ella le daba los mejores amaneceres, despertando, a besos. 

Nunca se entendían, ¿pero que más daba? sus manos si lo hacian. No necesitaban hablar, lo decian todo mirandose, amandose con cada mirada. Nadie los comprendía, pero nunca importó, se tenían el uno al otro.
Estaban locos, ¿Pero sabes que era lo mejor? que lo estaban el uno por el otro.